jueves, 11 de febrero de 2016

El camino


Hola, bienvenidos a Ríos de Tinta. Este será un blog donde los lectores podrán colaborar con sus relatos, historias, poemas o lo que sea, más abajo tenéis la dirección de correo electrónico donde enviar vuestros escritos. Me gustaría daros las gracias ya mismo por colaborar con nosotros.

Gracias de corazón por vuestro apoyo, con vuestra ayuda haremos algo grande. Y ahora, doy por inaugurado este blog con el primer relato.


El camino

Mi padre me dijo que tuviera cuidado con el sendero que entraba en el bosque detrás de nuestra casa y yo le pregunté por qué, no me contestó. se limitó a mirarme fijamente y a decirme:

- Prométeme que nunca entrarás al bosque por ese camino.

- Claro papá, te prometo no entrar en el bosque.

- No – me dijo – me da igual que entres en el bosque, lo que no quiero es que entres por el sendero de detrás de la casa.

Y cogiéndome de los hombros con fuerza intensificó su mirada, obligándome a prometer olvidar la existencia de esa senda y yo para verme a salvo de sus fuerte manos, le prometí lo que me pidió. Entonces me soltó y, con un gran suspiro se sentó en su sillón orejero, con un laxo movimiento de la mano, me mandó fuera del salón.

Pasaron los días y me olvidé del camino, ¿qué queréis? tenía ocho años y solo pensaba en lo que piensan los niños de esa edad: en divertirse, es más, estaban a punto de acabarse las clases y según mi amigo Mike y su informador secreto, todos sabíamos que su hermano mayor Harold (nosotros le llamábamos Big M) era su informador, este verano pondrían un nuevo tobogán en medio del lago y todos estábamos un tanto alterados, hacía varios años que se venía diciendo que se haría algo especial en el lago, pero nunca se hizo nada, pero cada vez que Big M le comentaba algo a su hermano ocurría y si él se enteró de que habría un tobogán en medio del lago este verano, ninguno de nosotros lo dudaría.

Al día siguiente de acabarse las clases, Mike vino a pasar la tarde en mi casa después de jugar durante unas horas a la consola. Mi madre metió la cabeza en mi habitación y, con la excusa de tener que limpiarla, nos mando abajo, a la cocina; bajamos corriendo las escaleras y entramos como una exhalación en la coqueta cocina y cogimos los sándwiches que nos preparó mi madre, de crema de cacahuetes y mermelada para mi y de queso con tomate para Mike.

Bien pertrechados con nuestros bocadillos y un refresco cada uno, salimos a la parte trasera de la casa donde teníamos nuestro sitio sagrado. Al lado de un enorme roble, construimos nuestra base secreta, nos metimos dentro y nos sentamos cada uno en su silla, estuvimos hablando mientras nos comíamos los emparedados; Mike se quedó mirando fijamente por la puerta abierta de nuestro refugio, miré hacia donde él miraba y me di cuenta de que se había fijado en el camino.

- Vamos a investigar – me dijo, mirándome con unos ojos muy brillantes.

- No podemos – me negué – le prometí a mi padre que no me metería en ese camino.

- Eres un cagao – me replicó Mike – Un cagao y un niño de mamá.

Tras decir eso, se terminó el sándwich de dos mordiscos y el refresco de un trago, saltó de la silla y se lanzó corriendo por el camino hacia el bosque al grito de “atraparme si puedes gallina”. Dudé el tiempo justo para oírle gritar, dejé caer lo que me quedaba de bocadillo y de refresco y salí detrás de él gritando su nombre.

Cuando entré en el bosque, me di cuenta de que algo había cambiado, lo notaba en el ambiente, era más opresivo y los árboles no eran como los que se veían desde mi casa, no eran los robles y olmos a los que estaba acostumbrado, si no otros arboles que no conseguía reconocer; a parte, el aire era más espeso, parecía como si el tiempo se hubiera detenido. Avancé lentamente llamando a Mike, pero al parecer, esa parte del bosque funcionaba como una niebla, los sonidos llegaban de todas partes y parecían no salir de ningún sitio; según fui avanzando, comencé a ver sombras por el rabillo del ojo, notaba cómo el miedo apretaba mi corazón que latía salvajemente como un caballo desbocado. Desde que había entrado, los únicos ruidos que se oían eran mis pasos y mi voz cuando llamaba a mi amigo, pero ahora oía otros pasos, alguien me estaba siguiendo. Aceleré y el que me seguía hizo lo mismo, me asusté y el pánico se agarró a mí como una amante desesperada, empecé a correr y mi perseguidor me imitó, me tropecé varias veces y las ramas de los árboles se interponían en mi camino, parecía que estaban vivos.

Perdí la noción del tiempo, parecía que llevaba días en el bosque aunque sabía que no hacía ni una hora que había entrado, ¿entonces por que se oscurecía el cielo? Fugazmente, vi la camiseta de Mike, corría delante mía y sacando fuerzas de donde no las había le seguí, pero por mucho que corriese no le alcanzaba, es más, mi perseguidor no cesaba en su empeño y parecía cada vez más cerca; corrí como nunca lo había hecho, rezando para poder salir de la situación en la que me encontraba, no funcionó, así que, comencé a maldecir a Mike por no haberme hecho caso y, por último, le pedí perdón a mi padre por no haber mantenido la promesa, notaba el sabor salado de mis lagrimas en la boca, no dejé de correr en ningún momento, ya me daba igual mi amigo, solo quería salir de ese bosque maldito y misteriosamente, lo conseguí. Salí a la parte trasera de mi casa, respiré entrecortadamente y me volví, entonces me desmayé.


Allí estaba yo, en el camino, pero no era yo, no sé como explicarlo, esa criatura o lo que fuese, se parecía físicamente a mí e incluso, llevaba mi misma ropa pero, lo que no era igual eran sus ojos, totalmente negros y su sonrisa estaba llena de dientes afilados. Fue lo último que vi, esa dantesca mueca ensangrentada y con restos de carne entre los dientes. Nunca se encontró a Mike.


Escrito por: © Fabio Andre Nunes Batista.

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