martes, 15 de noviembre de 2016

Sueños:



Los sueños nos pertenecen y son vivas imágenes de lo que deseamos con todas nuestras fuerzas, son cosas que queremos que ocurran, que terminen siendo parte de nuestras vidas y que lo que soñemos sea tan único como especial para nosotros y nuestro alrededor, lo que ocurre es que despertamos de nuestro letargo para encontrarnos con la desagradable realidad. Nos topamos con un montón de personas con sus teléfonos móviles hablando encarecidamente como si les fuera la vida en ello, otras hablando entre ellas con un entusiasmo sin igual y que no muestra esfuerzo alguno al hablar de sus cotilleos varios; también están los típicos que escupen al suelo o se pasan el día echándole el humo del tabaco a los demás sin remordimiento alguno, cosa que me repele.

Llamé a la puerta que estaba deseando llamar desde que me había levantado por la mañana, con ansias, entusiasmo y desesperación por lo que podría ocurrir, pero siempre siendo increíblemente positivo. La decepción fue aumentando conforme me daba cuenta de que nadie abría la puerta, así que, decidí sentarme en las escaleras de aquella joven, pero como esperaréis con lo que acabo de deciros, nunca llegó. Estaba tan contrariado como disgustado, siempre había estado observándola desde el otro lado de la calle, cómo bajaba aquellas escaleras con una elegancia que no había visto anteriormente quizá por los padres adinerados de los que había salido, con aquella sonrisa que solía dedicarle a la chica que solía recogerla con el coche para llevarla a clase con ella, sus cabellos castaños ondeando al viento y aquel cuerpo esbelto siempre adornado con las mejores tallas. Pensaréis que soy un mirón, un espía que no tiene derecho a meterse en la vida de los demás, pero algo me decía que aquella joven no era como las demás y desde ese momento decidí observarla para confirmarlo, a lo cual, no me equivoqué en absoluto.

No he sido una persona con mucho dinero, ni siquiera tengo un duro, pero lo único que digo es que es mucho más importante ser uno mismo que tener todo el dinero del mundo. Nada importa si no eres feliz, si no tienes a esa persona con la que compartirías tu vida a pesar de las dificultades y si no empatizas lo suficiente con los demás como para comprenderles. Pensaba que nada de aquello sería importante, soñaba con que las personas valoraran mucho más a alguien por quién es que por su dinero, pero me equivoqué de lleno, algo que solía ocurrir bastante últimamente. De hecho, esto lo comprendí al cruzarme con aquella joven unos meses después, resultó que cambió de domicilio, a un chalet mucho más grande que el que ya tenían, parecía que siempre les sobraba el dinero. Decidí probar suerte, quizá improvisar. Me giré y la llamé por su nombre.

- ¡Elissa! - se giró hacia donde yo me encontraba, contrariada -.

- ¿Cómo sabes mi nombre? - me preguntó, con aquella voz tan dulce y suave - No nos conocemos, que yo sepa.

- Bueno, tus vecinos me lo dijeron cuando vi que no estabas - su cara fue de completo horror, pensaba que la estaba acosando pero intenté remediar el error por todos los medios posibles - Una de mis cartas terminó en vuestro buzón, solo quería encontrarla y tuve que preguntar a vuestros vecinos, dado que, vosotros no estabais en casa, al parecer.

- Vaya, no sabía nada de esa historia - sonrió, parecía una joven de lo más tímida, algo que se podía ver perfectamente en sus ojos - Tengo que irme.

- Oye, mañana por la noche hay una función en la ciudad. Iba a ir solo, pero podrías acompañarme si... - no terminé la frase, me estaba analizando de arriba a abajo desde mis desaliñadas zapatillas hasta mi cabello algo enmarañado y deshecho debido a las prisas de aquella mañana -.

- Tengo planes, lo siento - salió corriendo, como si lo que le hubiera dicho le hubiera ofendido y me sentí bastante mal por ello, tampoco había sido mi intención -.

Durante los días que prosiguieron, me sentaba en una esquina para verla pasar con aquellos vestidos tan planchados y bien cuidados, sin manchas ni desgastes en las puntas, era una chica perfecta, a decir verdad pero estaba seguro de que ella no se había dado cuenta. Había intentado varias veces acercarme a ella, habiéndome vestido mucho más interesante, más moderno, incluso mucho más limpio de lo que suelo ir pero nada de eso funcionó, era algo difícil la mujer. Al menos, pensé algo mucho más inocente de lo que en realidad pasaba.

Ya no encontraba las palabras para dirigirme a ella, así que, me pasaba los días soñando con ir a tomarnos un helado y charlar de las tonterías que se acontencieran en ese momento, tampoco me interesaba mucho más en esos momentos, tan solo conocerla y pasar unos días con ella, darle la oportunidad de conocerme como nadie lo había hecho e intentar que las cosas fueran diferentes al menos para mí, que mis sueños pudiesen hacerse realidad por una vez en la vida, que tampoco era mucho pedir.

- Me gustaría saber por qué me rechazas de esta manera si ni siquiera me conoces - le espeté una noche nada más verla bajar las escaleras de su casa para tirar la basura. No parecía sorprendida ni asustada, era como si ya me hubiera visto otras veces esperándola fuera -.

- ¿De verdad quieres saberlo? - preguntó con un tono algo molesto, como si supiera que la respuesta no iba a gustarme. Asentí, por supuesto - Bien, resulta que los Adwell estáis en el nivel más bajo de la sociedad y yo soy una Dogtinni, estoy en las esferas más prometedoras y adineradas. Como comprenderás, no puedo estar con alguien como tú - volvió a mirarme de arriba a abajo con asco, algo que me sentó francamente mal seguido de aquellas palabras punzantes y con tan poco sentido del cariño, había sido demasiado cruel, tampoco me merecía aquellas palabras -.

- ¿Y desde cuándo la sociedad nos marca con quién deseamos estar? - le pregunté, más tranquilo que una pascua, quería que pensara por un momento en aquellas palabras que había espetado antes para que se diera cuenta de que nadie debe decirnos con quién o no debemos relacionarnos seamos ricos o pobres porque nada de eso importa -.

- Desde siempre, es una tradición - esta vez respondió con una voz más dudosa, e incluso, quebrada -.

- La riqueza no marca el que tengas que ir con personas ricas, ni el ser pobre el que vayas con personas pobres. Todos somos personas, tenemos sueños, metas que alcanzar y un montón de cosas por hacer, nadie es esclavo de esta sociedad para llevar a cabo este tipo de tradiciones absurdas - siguió mirándome con fiereza, no entendía la fuerza de mis palabras, ni siquiera la entonación que utilizaba, tenía la mente demasiado nublada como para ver la importancia de los sentimientos - Recuerda que somos humanos, no robots.

No esperaba volver a verla después de esta conversación, es más, soñaba cada noche con que apareciera de un momento a otro en la puerta de mi casa para mostrar algo de interés en un joven que hubiera dado todo por estar con ella. No sabría explicar lo que sentí al ver pasar los días y no encontrarla ante la puerta, el no volver a acercarme a aquel chalet donde aguardaba a que su amiga la recogiera y al no volver a ver aquellos cabellos castaños que me tenían tan enfrascado.

La realidad es esta, no podemos cambiarla por mucho que queramos. Lo que sí podemos hacer es soñar, aunque eso signifique dejar que otros nos atraviesen con una daga y te rechacen por ser una persona pobre. Jamás entenderé por qué la sociedad está tan ligada a tradiciones absurdas que ni ellos van a poder mantener en un futuro, dado que, sus hijos se irán modernizando y necesitarán otras cosas, al igual que la sociedad irá cambiando al mismo tiempo y pedirá nuevas cosas de las personas que la forman. Soñar es gratis, por supuesto, pero cuando se hace realidad termina siendo un regalo; quizá te pases años soñando para que un día aparezca esa persona y llame a tu puerta unos veinte años después para decirte aquello que esperabas, aquello que tus oídos anhelaban, aquellas voces que permanecían en tu cabeza y que te volvían totalmente loco.

- Siento molestarte a estas horas, pero vengo a decirte que tenías razón cuando me dijiste todo aquello hace unos años en el porche de mi casa - Elissa bajó la mirada, ahora con ojeras, con el cabello mucho más corto debido a la edad y las muchas arrugas que habían aparecido en su rostro - Lamento haberte rechazado en su día, pero no entendía qué estaba ocurriendo.

- Puedes pasar, si quieres - le ofrecí a aquella ya no tan joven mujer que poco sonreía, pero que era posible que pudiera conseguirlo - Lamento el desorden, pero mi hija ha traído a mis nietos y no han dejado de dar bandazos por aquí - sonrió algo incómoda -.

- Debería irme - estaba bastante inquieta, quizá se incomodó al hablar de mi hija y creería que estaba casado, pero ese barco ya zarpó hace mucho tiempo - Pareces...

- No estoy casado, ni mucho menos. Ella no era la mujer con la que quería compartir mi vida, tan solo estaba esperando a la adecuada - me miró tan fijamente que pensé que de un momento a otro alguno de los dos bajaría la mirada, pero no pudimos -.

A veces, la realidad está de tu parte, algo tarde pero te hace un favor cuando lo necesitas. Los sueños son realidades en nuestra imaginación, son imágenes que nos muestran quiénes queremos ser, en quién queremos convertirnos y cómo ha cambiado nuestro interior a lo largo de los años. Somos meros constructores de nuestras mentes, terminamos aprendiendo muchas de las cosas que nos hacen como somos y tenemos una imaginación que nadie pensaría anteriormente que podríamos tener. Soñamos con que salvamos el mundo, con que aprobamos el examen más difícil del semestre, e incluso, que la mujer con la que quisiste compartir tu vida desde hace tanto tiempo apareciera delante de tu puerta para decirte aquello que sentías desde el principio.

Soñemos y hagámoslo una realidad.


Escrito por: © Laura Perelló Sanz.

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