sábado, 14 de enero de 2017

Alejados:



Te seguía con la mirada, preocupada por si estabas bien. Tan solo veía tristeza en tus ojos, la cabeza gacha denotaba que estabas bastante desanimado y falto de un hombro al que llorar debido a lo solitario que parecía este lugar a pesar de todas las personas que habían en él, tus labios finos no eran capaces de esbozar ninguna sonrisa, aunque hubiera venido a verte, aunque estuviera aquí para ti. Te sentaste enfrente y pusiste tus manos sobre tus rodillas, algo nervioso y tenso, no levantabas la mirada por nada del mundo, te conocía y sabía que sentías vergüenza y que no soportabas aquello que habías hecho, la culpa absorbía cada parte de tu ser y te estaba consumiendo.

- Eh... mírame - miré con aquellos ojos castaños que siempre pertenecieron a tus agradables sonrisas. El cansancio se vislumbraba en todas tus facciones, algo que esperaba, dadas las circunstancias - No tienes por qué esconderte de mí.

- Lo siento mucho - pude ver que estabas totalmente arrepentido por lo acontecido, comprendí que eras una víctima más de la sociedad -.

- ¿Cómo estás aquí? - te pregunté, te encogiste de hombros. Tenías un varios moratones en la cara, así que, por mucho que no dijeras nada, sabía que no lo estabas llevando muy bien - Sé que es una tontería preguntarlo, pero...

- Te preocupas, lo sé - te levantaste y te acercaste a mí con las esposas puestas, algo que me provocaba una tristeza embaucadora, me sentía echa polvo al verte encadenado de aquella manera -.

- Ven aquí - te abracé tan fuertemente como pude, pero los agentes que habían alrededor nos apartaron rápidamente, querían evitar cualquier paso de mercancía o de armas que pudieran pasar los presos, era entendible pero tan solo quería abrazar a la persona que más había querido, nada más -.

Te apartaron de mí con tanto ahínco que no pude hacer nada por evitarlo. Llevabas encarcelado unas dos semanas y ya empezaba a ser algo insoportable, nuestra casa estaba totalmente vacía, como es evidente, y tan solo podía ir de visita una vez al mes. Te condenaron a cinco años por haber sido engañado por tus compañeros al robar en una de las fincas más ricas del barrio, te dejaron a ti las bolsas con todo lo que habían sacado de la misma justo en el momento en el que apareció la policía. Esas personas no tuvieron en cuenta los daños colaterales de sus actos, ni siquiera tú imaginabas que los que llamabas amigos te traicionaran de aquella manera, era realmente injusto y terminamos pagando las consecuencias mientras ellos estaban de rositas en la calle.

Salí corriendo de allí una vez hubieron cerrado las rejas que separaban a los reclusos de la sala de visitas. Volvías a agachar la cabeza, estabas tan abrumado y necesario de supervivencia para permanecer en aquel lugar que no podía aguantar las lágrimas, salían a borbotes desde dentro de mí, no podía creer que aquella situación tan injusta nos persiguiera de esta manera. No podía creer que cada día que pasaba no pudiera verte al lado de la cama, cada vez al despertar estaba la habitación vacía y tu sonrisa desaparecía en el aire, intentaba hacerme a la idea pero era mucho más complicado de lo que parecía.

Fui hablándote en voz alta aunque no estuvieras, he llegado a pensar que me estoy volviendo totalmente loca. Nuestras fotos parecía que me hablaran, veía tus ojos en todas partes, soñaba que tu cuerpo se acercaba al mío y se fundía, con una necesidad imperiosa de tenernos por fin. Sabía que ésto pasaría en unos años, que volverías a mí, que tendría la oportunidad de abrazarte, besarte y tenerte conmigo hasta que se terminaran nuestros días, hasta que las estrellas del firmamento se apagaran. Necesitaba que todo volviera a la normalidad, que esta pesadilla fuera tan solo eso, una... 

- ¿Diga? - cogí el móvil nada más sonar, interrumpiendo mis pensamientos más profundos hacia ti. No esperaba la noticia -.

- ¿Es usted Rose Durmand? - asentí, no sabía de qué iba aquello, empezaba a preocuparme al oír aquella voz profunda y seria al otro lado del teléfono - Llevamos buscando a su marido durante horas, no está en ningún rincón de estas rejas y quiero saber si usted le ha visto.

- ¿Me está diciendo que se ha escapado de la cárcel? - estaba asombrada, no esperaba que ocurriera aquello. Sabía que estaba desesperado, pero no creía que fuese capaz de escapar -.

Mientras seguía hablando con aquel hombre que ni siquiera se identificó, oí la puerta de entrada, sonó fuertemente. Apareciste de repente, tu mirada se encontró con la mía y dejé caer el teléfono, no me importaba nada más que tenerte conmigo, justo como había querido durante estos horribles días de distancia obligada, de desesperación constante de no verte a mi lado cada vez que despertaba, de preocupación por no saber si estabas bien en aquel lugar del que saliste, el que te llevó hasta mí. No te pregunté nada, nos acercamos rápidamente el uno al otro y el beso que llevábamos tiempo aplazando debido a los agentes que nos apartaban constantemente en cada visita, nos fundimos como nunca antes, aquel había sido nuestro momento y mi sonrisa quedó colapsada por las luces de policía que había fuera.

- Tienes que esconderte - te dije rápidamente, no podía permitir que te encontraran ahora que te tenía conmigo por fin -.

- ¿Qué vas a decirles? - estabas tan desesperado que tus manos temblaban - No quiero meterte en ésto, no debería haber venido, necesitaba verte, yo...

- Solo... - te di un beso suave para tranquilizarte conforme escuché el timbre de la puerta sonar de forma bastante insistente, tenía que entretenerlos - Sal por detrás y procura que no te vean.

Por fin me hizo caso, así que, cuando lo vi salir por ella, me acerqué a la puerta lo más serena y tranquila de lo que fui capaz, fui a clases de interpretación cuando era pequeña, sabía mentir demasiado bien, estaba totalmente segura de que no notarían nada en absoluto. Al abrir, les miré de arriba a abajo, eran los típicos policías gordo y delgado, llevaban una linterna y las luces del coche parpadeando sin parar, llevaban el asunto con mucha seriedad, pero yo permanecía impasible masticando el chicle que me había puesto en la boca antes de abrir para meterme mejor en la situación y el personaje.

- Qué pasa - dije con total indiferencia, como si aquella intrusión ocurriera muy a menudo -.

- Evan Dolween se ha escapado de la prisión en la que estaba encarcelado, ¿usted es su novia o algo por el estilo? - me dijo el delgaducho, parecía ser el sabiondo, pero no iba a darle esa satisfacción -.

- Algo por el estilo - le dije, mostrando mi indiferencia de la misma forma que al principio, sin cambiar ni un ápice - No está aquí.

- Si pasa por aquí, avísenos, por favor - me dejaron una tarjeta para que les llamara en el caso de que viniera, no se creerían que lo haría, ¿verdad? -.

- Claro que sí - les cerré la puerta en las narices sin siquiera pensarlo -.

Me di la vuelta y me dirigí hacia el jardín de atrás, oí a los policías que gritaban tu nombre, me invadió la preocupación y salí corriendo hacia donde imaginé que estabas, esperaba que te hubieras ido lejos de nuestra casa pero no pudiste dejar de preocuparte por mí y te quedaste por los alrededores, uno de los peores errores que pudiste cometer. Vi cómo salías corriendo sin parar cuando te avisaron de que si no frenabas en seco te dispararían, me miraste y seguiste corriendo, preferías morir que seguir en aquel lugar, el beso que compartimos fue una despedida, muy dentro de ti lo sabías pero no querías preocuparme, siempre pensando en mí...

Dos disparos te traspasaron, grité tan fuerte que casi se me cortó la respiración, no podía ver cómo morías, no podía simplemente observar cómo el amor de mi vida se despedía de mí con una mirada templada y complaciente en la que me decías que me querías sin tan siquiera abrir la boca, siempre me transmitiste lo que sentías en tus adentros sin palabras, tan solo con gestos, con caricias y con una tranquilidad que iluminaba mi camino, ahora no sabía qué haría sin ti pero iba a permanecer en el lugar que durante mucho tiempo compartimos, manteniendo nuestros recuerdos muy presentes y a los policías que te dispararon en el punto de mira para castigarlos por llevarse lo más preciado que tenía en este mundo, sabrían lo que es una mujer cabreada cuando le arrebatan lo que más quiere.  


Escrito por: © Laura Perelló Sanz.

Podéis visitar mis blogs:
www.trackontime.blogspot.com

www.trackontimecharacters.blogspot.com
www.trackontimediary.blogspot.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario