viernes, 15 de septiembre de 2017

Mirada:


Foto: Ergo Proxy. Re-l Mayer.

Sus ojos se clavaron en los míos de tal manera que tan solo quería perecer, desvanecerme en el aire, desaparecer por completo dejando atrás una vida de ensueño con dos niños y una mujer tan dulce como amable, tan trabajadora como respetuosa... quería dejar todo ello por la mirada penetrante de aquella joven extraña que se había sentado justo enfrente de mi; al principio, no pensé que pudiera ser posible pero ahora, más que nunca he podido comprender que los ojos son una fuente importante de persuasión donde puedes ver y conocer a una persona tan profundamente que no te lo creerías, aunque no digas nada, aunque no seas capaz de trasmitir ni una sola palabra, ni una letra a través del aire.

Pude ver un conjunto de tristeza, soledad y meras ganas de ver a otros sufrir como lo había hecho ella. Al parecer, varios hombres la secuestraron mientras andaba por la calle unos años atrás, todavía no podía concretar cuántos, pero la arrastraron a un maizal y la violaron uno detrás de otro sin tener ninguna intención de parar; me transmitió tanto dolor que pude notar mis ojos empapados, mi sensibilidad empezó a tomar forma como nunca antes y sentí verdadera lástima por aquella joven. La había tomado con todos los hombres, ella misma lo dijo en cuanto se hubo recuperado de aquella aberración, juró que con aquella mirada en la que expresaba todo el dolor que le habían ocasionado, haría que todo hombre que encontrara, desease su propia muerte para dejar de existir, para asegurarse de que las mujeres podían ser libres por fin sin ningún hombre que las retuviera, maniatara, secuestrara, violara o las tratara de una forma posesiva. En cierto modo la entendía, podía empatizar con aquello que le había pasado, incluso que estaba pasando en lo más profundo de su ser, pero no podía tomarla con un hombre inocente que tan solo quería el bien de su familia, que no haría daño ni a una mosca y que preferiría atarse a un panal de abejas que hacerle daño a cualquier persona.

¡Dios mío! Había matado a los que la violaron... por ello, su mirada se había vuelto tan oscura y profunda, tan penetrante y, a la vez, amenazadora. Veía todas aquellas imágenes pasar desde sus ojos a los míos, de ahí a mi mente que las ha podido reproducir con una claridad inusual, incluso sobrenatural. Era como si quisiera decirme que, si se me ocurría hacer alguna de las cosas que le hicieron aquellos desalmados, ella podría hacerme lo mismo, lo más seguro es que ni siquiera se le ocurriría permitirlo. Era como si no hubiese nadie más a nuestro alrededor, como si la cafetería entera se hubiera desvanecido y estuvierámos suspendidos en el aire, como si ni siquiera nos sentáramos en aquellas sillas tan cómodas y el café hubiera dejado de tener importancia aunque fuera lo único que podía espabilarme por las mañanas para irme a trabajar. ¡Es verdad! ¡El trabajo...! Acababa de darme cuenta de que, lo más seguro, era que llegaría tarde a aquel trabajo de ensueño en el que ganaba mil doscientos dolares mensuales y el que permitía que mi mujer estuviese en casa con los niños como siempre me había pedido, como si dijéramos, ella ya se había jubilado por anticipado de esos trabajos de camarera, cocinera y limpiadora de casas, todo para dedicarse a lo que verdaderamente importa, algo de lo que siempre me he sentido orgulloso.

La mirada de aquella joven, se hizo tan profunda y poderosa que dejé de controlar mi mente y no tenía forma de mover mi cuerpo con normalidad, lo había cautivado por completo y ya no había necesidad para hacerlo porque ella había tomado una decisión en cuanto a mí, era uno de los elegidos para su venganza personal hacia los hombres aunque fuesen inocentes de cualquier desgracia que hubiera pasado, algo que no me parecía justo pero sí se lo parecía a ella y tenía que respetarlo, era una mujer libre, ¿verdad?

- Perdona, ¿qué has dicho? - me preguntó, con una voz dulce y tranquila - Necesito oírtelo decir en voz alta.

- ¿El qué? No sé a qué te refieres, no tengo ni... - me di cuenta de que mi voz sonaba a la de un borracho que no tenía ni idea de dónde se había metido, confuso y con unas enormes ganas de vomitar por todo el supuesto suelo que se había creado abajo de nosotros, dado que, la cafetería no formaba parte de nuestro alrededor. De repente, caí en lo que quería decir. Espera, ¿podía leer mi mente? No sé de qué me extraña, a fin de cuentas - He pensado que... usted es una mujer libre, como cualquier otra.

Su mirada, empezó a volverse cada vez más calmada, más tranquila y, la amenaza que había visto en sus ojos, desapareció. Volvió la cafetería a nuestro alrededor y, esas ganas de morir, dejaron de existir cuando la joven se dio la vuelta y empezó a alejarse. Me pareció una locura lo que acababa de ocurrir pero, en vez de irme al trabajo, volví a casa asustado y, al cruzar la puerta, abracé a Elda y a mis hijos lo más fuerte que pude sin darles un motivo de por qué lo hacía, aunque no hiciese falta ninguno. Había estado a punto de morir y pensaba que no volvería a verlos jamás, tenía tanto miedo de perderles que ese abrazo hizo que me recuperara, que volviera a sentirme libre y completo, que recordara que nadie debe ser encarcelado, ni obligado a hacer cosas que no quiere hacer. Una sonrisa inundó mi cara, mientras me sentaba en el sofá y entendía que aquel siempre sería mi sitio.


Escrito por: © Laura Perelló Sanz.

Podéis visitar mis blogs:
www.trackontime.blogspot.com
www.trackontimecharacters.blogspot.com
www.trackontimediary.blogspot.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario